Es habitual verlo en las ciudades: cuando llueve o cuando hace mucho frío, los perros salen a la calle vestidos con un pequeño abrigo o impermeable. Los hay de todos los tamaños, colores y estampados, y más allá del gusto estético (o la falta de él), es innegable la buena intención de sus dueños que, para evitar que el animal se moje o se enfríe, le abrigan con una de estas prendas.
Pero el gesto puede venir motivado más bien por nuestra propia percepción (nosotros salimos abrigados y es lo que querríamos que hiciesen con nosotros si cambiaran las tornas) que por el bienestar del animal. Según Alezandra Horowitc, científica cognitiva especializada en comportamiento animal, no se deben poner abrigos a los perros porque lo que nosotros entendemos como protección, para ellos es un signo de dominación.
“Muchos dueños de perros que les visten para salir cuando llueve tienen la mejor intención: quizá hayan notado que su mascota no quiere salir bajo la lluvia y parece razonable pensar que es porque no le gusta”, asegura Horowitz en Brain Pickings. Además, los perros reaccionan de formas muy distintas al ponerles una de estas prendas: igual mueven la cola con emoción ante la perspectiva del paseo que se quedan totalmente quietos y se dejan hacer.
Mirar a los lobos para entender a los perros
Horowitz defiende que para entender lo que sienten los perros al respecto, lo mejor es estudiar a sus antecesores evolutivos: “Tanto los perros como los lobos tienen su propio abrigo permanentemente puesto, y con uno es suficiente. Cuando llueve, los lobos buscan refugio pero no se cubren con otros materiales”.
Pero no es esa la razón principal que la científica esgrime en su argumentación. Horwitz asegura que los abrigos caninos oprimen aunque sea levemente la espalda, el cuello y la cabeza de los perros, y que en la naturaleza esto solo ocurre cuando un animal impone su dominación sobre otro. “El abrigo reproduce esa sensación, así que la principal experiencia que obtiene el perro al llevarlo no es la protección ante el tiempo, sino la desconcertante sensación de que otro ejemplar de mayor rango está cerca”.
Así, explica, cuando un perro se queda quieto y se deja vestir quizá lo no haga porque le guste o esté de acuerdo, sino porque está siendo dominado. “Y al final estará menos mojado, pero eso nos importa a nosotros, no a él”.